viernes, 19 de junio de 2015

Breves del 19-06-2015


QUASIMODO EN PARÍS. YO AQUÍ


Por Jorge Noriega:    

   No es por nostalgia, que nunca he estado en París, pero la catedral de Notre Dame, aún en fotos de postal, provoca ganas de estar ahí, en las alturas de sus campanarios. Como Quasimodo, aunque sin joroba. Así que para curármela, (la tristeza) hace tiempo subí por primera vez las muy viejas escaleras que llevan hasta los campanarios de la Ilustre y Veneranda Catedral Metropolitana de la muy amolada ciudad de México.
   Y ya estando hasta arriba, me entraron ganas de escribir esto. Lo fui posponiendo, como siempre que uno quiere hacer algo así. Hasta estos días. Así que aquí estoy, tratando de escribir algo. Porque la catedral es digna de eso y mucho más.
   Pero no tuve en cuenta lo evidente que resulta meterse en un cometido así: para empezar hay que desempolvar el asombro; olvidarse de los perversos habitantes de la ciudad que pululan por todas partes. Y subir, antes de las doce, a uno de los campanarios para esperar el toque de ángelus ( o de medio día) que cuando empieza causa emociones de adolescente soñador. Ese vibrar de las campanas, estoy seguro, mantiene a salvo a esta urbe de casi todas las iniquidades de esa especie rara de capitalinos quienes quisieran cubrir con graffiti hasta a la madre que los parió.
Así, se considera la catedral el templo más importante de la ciudad. Al menos en lo que jerárquicamente respecta. Que creo que a los ciudadanos no se les da un carambas, a ellos, desde siempre encaprichados con otras devociones. Así, en general, y por lo mismo, bien puede decirse que ya no recuerdan el incendio del diez y seis de enero de 1967 que destruyó el Altar del Perdón, obra churrigueresca de muy exquisita hechura.
   Medio millón de pesos de la época costó el incendio de origen incierto; se habló de un corto circuito. Lo que es probable dado las costumbres mexicanas de manipular cables y hacer monerías eléctricas.
   Y el nombre mismo del altar es otra curiosidad: Simón Peyrens, el famoso pintor célebre además  por su afición a la blasfemia estaba en la cárcel al momento del incendio; por eso, por blasfemo, se le encerró. Y para no aburrirse, pesto que estaba aislado supongo, pintó en la puerta de su celda el retrato de una muchacha; tan hermoso, que le valió a Peyrens el perdón. De ahí el nombre: Altar del Perdón.
   Muchas otras cuestiones de interés general hay en el interior de la catedral: El sepulcro de Su Alteza Serenísima, el emperador Agustín de Yturbide (con y). Las treinta y tantas capillas laterales, cada una con su muy particular advocación. Y las diferentes imágenes de los pasillos como la del Señor  del Cacao, impresionante escultura cuyo realismo me da calosfríos cada vez que se me ocurre pasar junto a ella. Y es que no sé quien ha dispuesto que me meta en la catedral de a tiro por viaje.
  
    Así que nada le pido a Notre Dame: los recovecos en las paredes que van hacia arriba, los desgastados escalones disimulando su viejísimo cansancio, han de ser, aunque en español, tan sorprendentes como lo de la catedral parisina. Y es de verdad la sorpresa que se tiene al ver la luz cuando se sale del caracol en penumbras; es tan viva la impresión que a pesar de las repetidas visitas nunca desaparece; parecería renovar en el ánimo del visitante las emociones de la niñez ante cualquier novedad. Y tan es así que en tantos lugares de la república se pueden ver iglesias de “tamaño infantil”, y hasta catedrales de fachadas y muros decorados primorosamente. Aquí se da una ambivalencia: si la catedral metropolitana es recatada y seria, hasta intimidante a veces en sus elementos de arquitectura neoclásica, de las iglesias y  catedrales pequeñitas, casi se diría que de juguete, son traviesas, divertidas y siempre alegres.
Me parece que a estas alturas (nunca mejor dicho) ha quedado claro que Notre Dame ya no me dice tanto. Aunque si la oportunidad se presentara, me gustaría muchísimo ir a saludar a tan célebre señora. Y darle los parabienes de su cuatita mexicana.
Ya entrados en gastos, no está de más el anecdotario; resulta que las torres están rematadas por unas esferas, símbolos de mundo, y es voz popular que dentro de cada una hay documentos de la época de la construcción, monedas y algunos recuerditos más. A saber. Y está también la campana que mató, en 1943, a un inexperto voluntario. El pobre hombre no se agachó a tiempo para evitar  el contrapeso y sufrió un golpe en la cabeza que lo dejó muerto. A la campana se le castigó silenciándola hasta que en el año 2000 la perdonaron y hoy repica con sus compañeras. Claro está que la cosa no quedó ahí: hoy los campaneros todavía le temen a “La Castigada”  y también creen que en las madrugadas se aparece el difunto. Cosas que pasan.
Como pasan, a diario, miles de gentes ante la catedral sin tener ni una pizca de curiosidad por conocer tanta riqueza atrapada en la piedra.
Me estoy sintiendo, ahora que se podría, con ganas de hacer una buena novela, inventarme un Quasimodo local y poner en papel o usando algún trique electrónico la historia de la catedral aunque sea novelada. No estaría mal. Porque en este espacio no cabe tantísimo material como el que hay ahí. Así que me pondré a organizar lo que haga falta. Y debo agradecerle a mis postales de Notre Dame que me hayan despertado tanta inquietud catedralicia. Pero ella y su jorobado están allá, en la orilla del Sena.





Fotografía: Deby V. Gallardo 002

Fotografía: Deby V, Gallardo 003

Fotografía: Deby V. Gallardo 004
Fotografía de: Devy V. Gallardo 001


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Sinagogas, Danzantes y Zen

Por: Gabino Hernández Aguirre

La modorra Boudeleriana invadía mi sagrado King size, ¿domingo? Sí, digamos: un cualquier diecisiete de mayo a las nueve y media de la madrugada. Las noticias en el televisor fervientemente apocalípticas: “la APO no se rinde”. El olor a ovo ensalsado en la cocina se había impregnado en todo el apartamento, (no es falta de ortografía, no es un huevo en el podio de los ganadores: es frito con salsa verde) cocinado por la compañera de mis días y noches que ya es mucho mérito el de ella, como almuerzo mañanero, no sazonado porque me amase hasta el punto de cocinar para mí, sino que su progenitor se apersonaba a desayunar y por alguna razón del destino, yo estaba incluido cual comensal suertudote de opípara lotería…
Pendiente hacia el medio día estaba la cita con los Noriega, para aventurarnos en un sincrético itinerario creado por Jorge, que iniciaba con  un paseo cerca del cielo en los campanarios de la Catedral, como intermezzo: echar un ojo avizor a la arquitectura del centro histórico y la meta-final que implicaba el retorno: la visita a la sinagoga de Nidjé Israél, la primera sinagoga construida en México, ubicada en el número 71 de Justo Sierra, colonia Centro. Dirección que ahora vislumbramos con facilidad, pero aquel domingo, en verdad, fue un vericueto.
La cita, en las afueras del metro Bellas Artes y caminar al zócalo para entrar vía puerta de virreyes al recinto sagrado, formarse como villano en la puerta de la escalera de Babel Méx. D.F. (cuya bula o sello papal cuesta unos 20 varos, dos dólares sí son extranjeros, claro es, por testa)  como pago para ingresar a la escalera que lleva a las alturas de la Catedral, un paseo por los domos y el campanario principal, más las historias del campanero guía, sugiero zapatos cómodos por aquello de los callos y el dolor de extremidades inferiores, imperante es cuidar a sus escuincles con disfraz de spiderman, ya que tienden a llegar corriendo hasta el tiro del badajo y abajo… ¡jajaja! “Es broma”, son treinta metros. Al salir nos esperaban los sincréticos danzantes mexicas, con sus penachos, banderillas de Tezcatlipoca y taparrabos, sincréticos sí, porque le bailan al panteón azteca, además de que algunos(as) eran güeritos y había crucifijos sobre las apiladas ropas cotidianas de ellos mismos; seguimos de frente al poniente, enfilamos por la calle Brasil con rumbo norte, para avanzar después por Donceles hacia el oriente, calle que cambia de nombre para convertirse en la vía de nuestra búsqueda; el error fue desviarnos por calle del Carmen y entrar a la calle de Cuba, error entre comillas, porque ubicamos el Museo de la Luz, el Merendero de los Estudiantes( famoso en la primera mitad del siglo XX, época dorada de la educación en el centro de la ciudad) y la antigua Escuela de Jurisprudencia; trayecto que nos llevó más de 20 minutos de camino; volvimos a virar al sur para regresar a Justo Sierra, caminamos un cuadra en sentido de los automóviles hasta el número 71, de súbito estábamos frente a una casa común y corriente o eso parecía, con un vigilante azul en el portón, que abrió paso ante nuestra llegada, y de pronto, me sentí gente importante y claro que  abrió paso, pues dijo “ en la urna pueden dejar su donativo”.
La sinagoga de Nidjé Israél fue construida a principios del siglo XX por los primeros inmigrantes judíos, llegados a México, procedentes de Medio Oriente y los Balcanes, se autonombran ashkenazim y en su mayoría hablan idish. La sinagoga tiene una arquitectura externa común, por dentro es neo-colonial de principios del siglo XX. Se entra por un pasillo donde el vigilante te da información, por supuesto si quieres una copia del texto te cuesta una lana, 20 pesillos del águila; enseguida entras a un pequeño patio con fotografías de los judíos fundadores; hay estrellas de David talladas en las puertas de madera, la puerta principal no da a la calle, diseño judío para evitar problemas con gente antisemita, no es el caso de México, pero si en muchos países de Europa, el origen de los inmigrados. Dos edificios, uno administrativo y otro religioso.
Sinagoga viene del griego synagein: lugar de reunión. Se construye con un mínimo de diez hombres, un minián y la Torá.
Es un galerón muy iluminado de forma natural. Los libros sagrados ubicados en el fondo del recinto  dentro del Arón Hakodesh, un arcón donde se guarda la Torá. Hasta arriba un círculo de cristal azul que representa los diez mandamientos, cuidados por un par de grifos, uno a cada lado (son seres mitológicos con pies y cola de león, el cuerpo con alas y cabeza de águila). La Menorá que simboliza el éxodo. El Parójet es la cortina que cubre el Arón Hakodesh. La Ner tamid luz eterna que simboliza la luz de la Torá sobre el pueblo judío. El Bimá centro del recinto donde está el púlpito del rezo.
Las mujeres y los hombres están separados; las mujeres en la galería superior, los hombres abajo alrededor del Bimá. Es una religión que profesan los hombres, pero se hereda de madre, ellas rezan, pero no pueden oficiar; de hecho dentro de los ortodoxos judaicos (Hashidi) al rabí solo lo puede tocar su esposa, cualquier otra mujer que lo tocase lo contaminaría. La bóveda está decorada con un mural del edén y un gran candil al centro. De alguna manera el púlpito judío me recuerda a la mercavá de la Kabbala, de hecho Bimana en sanscrito significa, nave voladora o vehículo de los dioses.
Salimos del Nidjé Israél y enfilamos por la calle de Loreto hacia Guatemala para ver la casa donde vivieron los padres de Regina Reynoso de Noriega, en el Número 90 de Guatemala, un edificio de arquitectura neocolonial, que ahora es una escuela de idiomas. Regresamos por moneda observando las fachadas de casas y edificios, buscando algunos símbolos de los masones, (constructores) sobre todo en las iglesias virreinales. Al regresar a Catedral, me di cuenta que habíamos descrito a pie un par de círculos Zen, aunque, no pertenecemos a ninguna logia o ¿si? El caso es que en este pequeño viaje, el sincretismo estaba completo.



Fotografía: Gabo H. Aguirre

Fotografía: Gabo H. Aguirre

Fotogrfía: Gabo H. Aguirre

Fotografía: Gabo H. Aguirre

Fotografía: Gabo H. Aguirre

Fotografía: Gabo H. Aguirre

Fotografía: Gabo H. Aguirre

Fotografía: Gabo H. Aguirre



martes, 9 de junio de 2015

El Comienzo De La Travesía

La palabra travesía es vasta en acepciones y de ellas la que prefiero es "viaje por mar y tierra"; ya que a manera de presentación invocaremos a aquellos autores que siendo aventureros nos han legado textos inolvidables... por citar a algunos diremos: Conrad, Leduc, Ramon Rubín... aun cuando nosotros los litteraleptos que escribiremos en este blog de nombre "Serpentín Cultural", aspiramos más al estilo de Lovecraft; metidos entre cuatro paredes, sublimando ideas y viviendo lecturas, para inventar nuevos mundos y mantener viva la llama del fuego negro sobre el fuego blanco, como pequeños roedores de biblioteca que entre ensoñación y ensoñación lleguen a la alquimia, a la magia de lo fabuloso. 

Ahora los invitamos con sumo placer a la aventura de las letras y así convertirse en litteraleptos. 

Gracias.