El Vicario De Coxwolt
Por Gabino Hernández Aguirre
Por Gabino Hernández Aguirre
Escribir de
pícaros. Decir, tratar, opinar… de pícaros, es hablar de vocación, pero, no de
virtudes, sino de truhanerías, beberrones e inconsciencias; sin embargo los
autores, en su mayoría, se dan a la tarea de introducir a manera de matrioshkas
(intertextual) casuales y veladas críticas, y desvelos, de las fallas y vicios
sociales; entre los autores mexicanos destacan Fernández de Lizardi con “El
periquillo sarniento” y José Rubén Romero con “La vida inútil de Pito Pérez”. Y
los ingleses tienen a “Volpone” un pícaro que tiene un pícaro por criado “Mosca”,
de Ben Johnson,” El Falstaff” de Shakespeare y
el que nos ocupa esta vez Tristram Shandy.
Una Tarde hace mucho tiempo, aposenté mi humanidad sobre el ya gastado sillón de siempre y mientras cargaba un “dedo” de whisky en la mano izquierda, me dispuse a leer: La Vida Y Opiniones Del Caballero Tristram Shandy de Laurence Sterne; oriundo de Irlanda, este escritor tuvo la oportunidad de estudiar en Cambridge, suerte que no tenía cualquier Irlandés en 1731. Pero en Cambridge, Laurence se enfermó de tuberculosis, mal que lo aquejó toda su vida. En la mansión Hall-Stevenson o (Crazy Castle) adonde se reunía con sus amigos, leyó obras como Don Quijote De La Mancha de Cervantes y Anatomía De La Melancolía de Robert Burton; rasgos de palimpsesto que se pueden inferir en la lectura del Tristram Shandy.
Abrí el libro en el volumen I capítulo primero y cual si el duende soplara magia estaba en el principio de la historia, cito el arranque: “Yo hubiera deseado que mi padre o mi madre, o mejor, ambos —ya que los dos fueron igualmente responsables— hubiesen tomado conciencia de lo que se proponían cuando me concibieron” y seguí letra tras letra hasta el amanecer, el prólogo lo leí días después. Tristram Shandy trata de las memorias del hijo de un pequeño terrateniente. En donde Sterne yuxtapone de manera arbitraria historias de personajes varios antes de llegar al asunto del personaje principal: el tío Toby quiere juzgar a una vaca y condenarla al paredón; el doctor Slop elucubra entre usar los forceps o no, si el niño viene de nalgas y lo qué pasaría con su hombría; la madre no termina de parir a Tristram, aún más allá de un tercio del libro; el padre de Tristram se obsesiona con las narices; tiene, emulando a Cervantes, historias dentro de las historias; hace reflexiones paródicas de los intelectuales, con discursos de autor absurdos, sobre filosofía o ciencia. Creando así, un género de géneros, como dijo Carlos Fuentes.
Una Tarde hace mucho tiempo, aposenté mi humanidad sobre el ya gastado sillón de siempre y mientras cargaba un “dedo” de whisky en la mano izquierda, me dispuse a leer: La Vida Y Opiniones Del Caballero Tristram Shandy de Laurence Sterne; oriundo de Irlanda, este escritor tuvo la oportunidad de estudiar en Cambridge, suerte que no tenía cualquier Irlandés en 1731. Pero en Cambridge, Laurence se enfermó de tuberculosis, mal que lo aquejó toda su vida. En la mansión Hall-Stevenson o (Crazy Castle) adonde se reunía con sus amigos, leyó obras como Don Quijote De La Mancha de Cervantes y Anatomía De La Melancolía de Robert Burton; rasgos de palimpsesto que se pueden inferir en la lectura del Tristram Shandy.
Abrí el libro en el volumen I capítulo primero y cual si el duende soplara magia estaba en el principio de la historia, cito el arranque: “Yo hubiera deseado que mi padre o mi madre, o mejor, ambos —ya que los dos fueron igualmente responsables— hubiesen tomado conciencia de lo que se proponían cuando me concibieron” y seguí letra tras letra hasta el amanecer, el prólogo lo leí días después. Tristram Shandy trata de las memorias del hijo de un pequeño terrateniente. En donde Sterne yuxtapone de manera arbitraria historias de personajes varios antes de llegar al asunto del personaje principal: el tío Toby quiere juzgar a una vaca y condenarla al paredón; el doctor Slop elucubra entre usar los forceps o no, si el niño viene de nalgas y lo qué pasaría con su hombría; la madre no termina de parir a Tristram, aún más allá de un tercio del libro; el padre de Tristram se obsesiona con las narices; tiene, emulando a Cervantes, historias dentro de las historias; hace reflexiones paródicas de los intelectuales, con discursos de autor absurdos, sobre filosofía o ciencia. Creando así, un género de géneros, como dijo Carlos Fuentes.
Cabe
puntualizar que un Shandy es un ebrio ingenioso como el Falstaff
o su antípoda Pito Pérez
. Los pícaros tienen la seducción de la
ironía, por eso son difíciles de parir, son un caso perdido, pues los
flemáticos jamás los tomarán en serio, y cómo habrían de hacerlo, si el latín
sólo es un farfullada para obtener una copa del elixir espirituoso, motivo de
su existencia ficticia.
L. Sterne se casó con Elizabeth Lumly, de cuyo matrimonio nació una hija, Lydia, pero no le fue tan bien en el matrimonio como en las letras, después de 17 años de casados Lumly enloqueció. Mas este escritor no era un sufrido hombre santo, a pesar de que era vicario de la iglesia anglicana en Coxwolt, ¡era sí un pastor! Pero de cascos ligeros, pues tenía amoríos constantes, además de misas dominicales e irónicas frases en su literatura.
L. Sterne se casó con Elizabeth Lumly, de cuyo matrimonio nació una hija, Lydia, pero no le fue tan bien en el matrimonio como en las letras, después de 17 años de casados Lumly enloqueció. Mas este escritor no era un sufrido hombre santo, a pesar de que era vicario de la iglesia anglicana en Coxwolt, ¡era sí un pastor! Pero de cascos ligeros, pues tenía amoríos constantes, además de misas dominicales e irónicas frases en su literatura.
Terminó de
escribir su última obra a principios de 1768, en febrero publicó: A Sentimental Journy y murió en marzo
del mismo año, de una gripe complicada con su ya tuberculosis de toda la vida.
Para terminar, les diré que lo he releído de manera grata y citaré al mismo
Sterne, “Lo que turba a los hombres no son las cosas, sino las opiniones sobre
las cosas” este es el epígrafe con el que arranca su novela.
Dicho lo
escrito. No importa cuán escandaloso sea
el pícaro, a quién critique o cuánto ron ingiera en su vida; el autor debe
escribir la historia de manera verosímil y Tristram Shandy bien podría ser el vecino
bonachón, dipsómano y dichachero, que habita la casa frente a la tuya…..
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