jueves, 15 de octubre de 2015



En el libro de texto ¿dónde están las mujeres?

Por Grace Delint[1]

Comienzo con dos verdades de Perogrullo: en la larga historia de los libros de texto, específicamente de los de historia de México, sus contenidos han sido criticados; sin embargo, el registro de los hechos, aun sesgado, permite guardar la memoria de nuestra historia, por el contrario, si se eliminan etapas históricas (como lo está haciendo ahora la SEP en la enseñanza secundaria) se corre el riesgo de borrarla; la otra verdad es que la representación de las mujeres está casi ausente, tanto en las imágenes como en el discurso.
Digo “casi” porque siempre han estado presentes sólo seis mujeres históricas: Malintzin, Leona Vicario, Josefa Ortiz de Domínguez, doña Carlota, Isabel la Católica y Sor Juana Inés de la Cruz. Paradójicamente en las portadas de los libros de 1959 y sus reimpresiones hasta 1972 y 1992 luce estampada la imagen de una mujer de rasgos indígenas, Victoria Dornelas, de Tlaxco, Tlaxcala. Jorge González Camarena la pintó para representar en una alegoría a La Patria.
Es sabido por todos que este tipo de libros se caracteriza por tener un discurso fundamentalmente masculino, por no decir “machista”, y no quiero utilizar este término pues considero que actualmente hemos avanzado mucho en este terreno; aunque no soslayo el tema tratado desde la óptica de los estudios de género, cuyas aportaciones no dejan de ser valiosas, este texto no se circunscribe desde este punto de vista.
Ante la significativa ausencia de representación de las mujeres en relación con la de los hombres en los libros de texto gratuito de historia de México, un estudio cuantitativo que realicé sobre los libros de historia editados en 1959, 1972, 1992 y 2005, arroja estos resultados: el 6 % de las imágenes incluidas corresponde a la presencia de mujeres solas; el 44 % a hombres solos; 9 % son imágenes mixtas (hombres y mujeres) y 41 % otras imágenes. La casi nula representación de la mujer durante este tiempo habla de que ésta, independientemente de su estatus socio-cultural, económico y político, sigue siendo, en términos de Spivak, subalterna. Y pese a que se ha estado reconociendo su labor en la vida cotidiana, en estos libros se muestra lo contrario.
En relación con las imágenes que ilustran el discurso pedagógico de la historia de México, se observa una subordinación de la mujer en una época en donde paradójicamente existe una igualdad entre los géneros; pues las ilustraciones ubican a la mujer en el ámbito familiar, en los trabajos más elementales y peor pagados. Hay una marcada ausencia de ilustraciones de mujeres dedicadas a otro tipo de actividades, por ejemplo se excluye a la escritora, la profesionista, la artista, la política, la científica, etcétera.
Ante este panorama general, cabe preguntarse: ¿por qué la mujer como ser humano no tiene una significativa representación en estos libros? ¿Por qué a la mujer se le excluye de los libros de texto gratuito como participante activa y forjadora de su sociedad y de su país y de la historia de México? de manera que los niños y las niñas guarden en su memoria que también ellas forman parte sustantiva de la sociedad y que pueden, deben y quieren ser y son partícipes del desarrollo de la sociedad mexicana.
No sobra decir que desde en 1947, con el presidente Miguel Alemán, se otorgó a la mujer el derecho de votar y de ser votada en los procesos municipales, y en 1953, con Adolfo Ruiz Cortines, se reconoce a la mujer como ciudadana, por lo cual se reforma el artículo 34 Constitucional que en aquel entonces decía: “Son ciudadanos de la República los varones y las mujeres que, teniendo la calidad de mexicanos, reúnan, además, los siguientes requisitos…”. Léase el discurso desde el lugar de habla de los hombres, para referirse a las mujeres: “ciudadanos”, “calidad de mexicanos”, lo cual denota un discurso sexista, así pues, las mujeres quedan invisibilizadas no sólo en el discurso verbal, sino también en el visual.
Otra paradoja, mientras que en dichos libros no hay suficiente representación de la participación de las mujeres en la historia mexicana, desde finales del siglo XIX la mujer comienza a participar en la vida fuera de la casa y fue incorporándose en los espacios que eran considerados exclusivos de los hombres. Frente a esto, la historiografía mexicana narra los procesos históricos como si fueran actividades exclusivas de los hombres, muestra de ello es la ausencia de reconocimiento en el discurso tanto verbal como visual.
Si en el discurso visual hay una marcada ausencia de representación de mujeres, en el verbal se le borra, por lo que quienes elaboran estos libros emergen en el discurso histórico como un sujeto masculino que excluye irremediablemente a la mujer, baste un ejemplo, en el libro de Ciencias Sociales de 4º grado, dice: “Marta e Isaías Romero son dos niños guanajuatenses… hoy están muy contentos… los niños están esperando a su tía… a los niños les gusta…”.
El discurso pedagógico de la historia de México y sus imágenes, así como quienes escriben estos textos, muestra el binomio del poder y la conjura para el control social, a través de la escasa representación de la mujer y su conversión en un icono de todo lo que la sociedad quiere conservar.
Se cumple con una demanda social de reconocimiento de género, pero desde una línea de reproducción sistémica, que lleva a la mujer a ser visualizada en una dimensión en la cual ha sido históricamente confinada. Imágenes replegadas a lo social y políticamente aceptado y reiterado, de una sociedad tradicional que poco habla de los cambios ocurridos. Así, la inserción de la mujer en la planta productiva es soslayada, se le reduce a ser costurera y enfermera, actividades consideradas tradicionalmente propias del género femenino.
En 2009, en pleno siglo XXI, se cumplieron 50 años de la Comisión Nacional para el Libro de Texto Gratuito (Conaliteg). El 12 de febrero de 1959, el entonces presidente, Adolfo López Mateos, funda dicha Comisión, después de que el secretario de Educación Pública, Jaime Torres Bodet, impulsara una campaña de alfabetización para proporcionar a la infancia mexicana el libro de texto gratuito “como un derecho social”, además de significar un “vehículo que facultara el diálogo y la equidad en la escuela” (Jaime Torres Bodet).
Los libros de historia de México en todas sus emisiones y producto de las diferentes reformas educativas: la primera, con Adolfo López Mateos (1959); la segunda, con Luis Echeverría Álvarez (1970-1976); la tercera, con Carlos Salinas de Gortari (1982) y la cuarta, con Vicente Fox Quezada, construyen un discurso histórico claramente “elitista” y discriminatorio hacia la mujer, tanto en su dimensión verbal como en la visual.


[1] Dra. en Antropología por la ENAH. Profesora-Investigadora de Tiempo Completo en la UACM en la Academia de Comunicación y Cultura, eje de Cultura. Trabaja las líneas de investigación Análisis del Discurso, Ideología y Poder, y Semiótica de la Cultura.




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