lunes, 17 de agosto de 2015





MEMORIAS DE LA CIUDAD


A sus setenta años un Carlos Monsivás a tono según el auditorio

Por Javier Flores C.

Desde la entrada al Auditorio de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México, plantel Del Valle, en compañía del rector Manuel Pérez Rocha, el escritor Carlos Monsivás supo del gran afecto que  le profesan sus fans. Los aplausos fueron increchendo conforme avanza hasta el lugar que ocupará en la primera fina, en donde uno de sus acompañantes, sentado a su derecha, cede su lugar para la toma de fotos con sus admiradoras y admiradores. Entonces, cómo en los centros comerciales en navidad, tanto niños y adultos se toman la foto del recuerdo, con todo y sonrisa para la posteridad. Ya más calmado el ambiente del respetable, una obra escénica del Taller de Teatro del Plantel Tezonco, dirigida por Ignacio Plá, abre la clausura del Coloquio-Homenaje al autor de “El Estado laico y sus malquerientes”, su más reciente obra.

Arriba en el presídium, en compañía del rector y otros conocidos invitados, escucha parte de su currículo como escritor y como cronista, -inclusive se hace mención de que él no está considerado como miembro del Colegio Nacional-, pero sí está registrado como actor en la Asociación Nacional de Actores, al ser parte del elenco en la obra “Don Juan Petróleo” en los años ochenta. No se escatiman anécdotas ni halagos, el micrófono va de mano en mano, el caricaturista, Rafael Barajas, El Fisgón, que no se atreve a tomar la palabra; más tarde sí, cuando parece ser que nadie más aceptará el micrófono, lee una análoga biografía del homenajeado. Ahí mismo, el rector le entrega el doctorado “Honoris Causa Perdida”.

Antes, Monsiváis lee parte de sus “Cartografías Disidentes en la Ciudad de México”, nos habla de anécdotas: de revueltas infructuosas, de feministas, de héroes masacrados junto con sus familias. Entonces, lo importante no parece el hecho histórico de la disidencia, si no el efecto cómico en sus fans. El darle gusto al respetable, que lo aplaude, lo llena de admiración. Puro atole con la pluma y con el verbo, diría Jesús Martínez Palillo. La disidencia camina y avanza de la mano de las injusticias. Monsiváis da crónica de los hechos y vale tanto para la izquierda, el centro o la derecha. Él siempre ha manejado muy bien el circo de tres pistas. El éxito es rotundo, es parte del espectáculo político y cultural de una gran masa de inconformes y vociferantes anónimos resguardados en ésta inmensa Ciudad de México.

Como una obra escénica más, de tantos otros disidentes vueltos espectáculo. Algo queda, él lo dijo, La primera gran victoria se alcanza sobre el pesimismo. A Palillo se le veía en las carpas de mediados del siglo pasado, claro, con el amparo siempre en la bolsa de la camisa para evitar el encarcelamiento y las madrizas en  las mazmorras. En las carpas se pitorreaba el cómico de las altas jerarquías políticas, a Carlos Monsiváis se le aplaude en los recintos académicos, en los eventos políticos y sociales, con la prensa a su favor. Jesús Martínez legó la Ciudad Deportiva para centenares de  aficionados al deporte popular, y las mentadas de madre para la clase política inescrupulosa. Carlos Monsiváis, apenas hace unos meses, obsequia sus colecciones de objetos varios para el  Museo del Estanquillo, respuesta inmediata al culto de otras donaciones. Pareciera ser que la memoria de la disidencia es vuelta homenaje, al ser incapaz de terminar con la injusticia presente. De qué nos reímos, las cosas no están para reírnos, pero algo queda, además del monumento, del espectáculo que no alcanza, aún, para afianzar la justicia, la educación, la vida acorde con los avances tecnológicos. Finalmente eso somos. Ahí esta Frida, Diego, Madero, Villa, Zapata, la infinita nomenclatura en todas la grandes ciudades del país, una infinitud de disidentes populares y otros no tanto, muchos dejaron la vida de por medio y serán utilizados posteriormente en discursos creadores de aplausos, pero la obra humanista y artística se preserva, sucumbe el halago conjuntamente con el artista. Masacrados unos, enaltecidos otros. Mientras, congratulémonos con estos homenajes a nuestros divos intelectuales mientras arriba la justicia.

Al final, las mañanitas cantadas por Las Conchitas y arreglo de Pérez Prado, los bocadillos y refrescos.  Algo queda, pienso, no todo se perdió.


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