BURRI,
CUARTOSCURO Y LA FUENTE DE
VENUS
De
Javier Flores Carranza
Siempre que me introduzco en la
contemplación de una fotografía vieja o antigua, tengo la sensación de haber
estado presente al momento en que fue tomada, por eso mismo, creo, que la
esencia de la fotografía entre otras muchas cuestiones, es la preservar el
tiempo, el momento y el espacio. Se produce en mi ser, un efecto de introspección
automática, inmediatamente participo en ese instante cultural y social. Me veo
caminando por esas calles, si es un lugar abierto; dentro del museo, si es un entorno
arquitectónico, histórico, sorteando dificultades inherentes, imagino, de esa época.
Existe
una fotografía de mis padres del día de su boda. Asunción está con su vestido
amplio y blanco, bordeado de olanes. Francisco, con su traje oscuro, camisa
blanca y corbata. A un costado de ellos, un niño como de tres años y una niña,
tal vez, de cinco, parecen hermanos, gente humilde, también un perro callejero,
husmeando su paseo. La primer emoción que experimento, al ver a mis padres el día
de su boda en el atrio de la Catedral
Metropolitana de la
Ciudad de México, es de certidumbre. Es la raíz de que existo,
que tengo un origen y por consecuencia, un destino, que no estoy de oquis en
este planeta. Soy hijo de Asunción y Francisco, que después de Rogelio, nací
yo. Ya aclarado ese punto existencial, me pregunto, qué fue de los hermanos que
están en la foto de bodas, vivirán ahora, cuántos años tendrán, serán felices y
prósperos, ya habrán muerto. Y el perro, que fue de el, y el clima, parece un
día soleado. En realidad una foto vieja, no es, simplemente eso, una foto vieja,
es más bien, una puerta de entrada al un escenario pasado de moda, vivo, trascendente. Otro día, de paso hacia el
diario El Universal, lunes laboral, la exposición: Mirada, de Manuel Felguérez,
sobre toda la Avenida
Juárez, llevada a cabo, magníficamente, con fotografías
gigantescas de sus pinturas y sus obras escultóricas, acompañadas estas, con
opiniones chipocludas, de personajes
públicos del ámbito cultural y político, en referencia al quehacer creativo de
Manuel. Una fotografía, en especial, entre muchas, otras atrae mi atención. En
ella están el propio Felguérez, los hermanos Juan y Pedro García Ponce, Juan
José Gurrola y José Luís Cuevas, todos muy jóvenes, como de unos veinte años,
con el cigarro, algunos, y la cuba. Todos de traje, bien peinados y con
corbata, menos Cuevas, haciendo la diferencia, rebelde desde entonces y hasta
ahora. Están en La Casa
del Lago, en la inauguración del Muro Escultórico. Alguien hubiera imaginado,
en aquel momento, cuando fueron fotografiados, la trascendencia que
tendrían todos ellos, en el universo
cultural, en sus diferentes disciplinas artísticas, no lo sé. Esta fotografía,
la tomó, me dice, Claudia Cabrera, amiga y directora de teatro, el fotógrafo Ricardo
Salazar, recientemente fallecido; por ningún lado aparece su nombre.
Una
exposición del fotógrafo René Burri me lleva un sábado de noviembre al Colegio de San Ildefonso, me entero del evento, por la fotografía, la
del Che Guevara, que viaja en casi en todos los vagones de Metro a manera de
cartel publicitario.
Las
imágenes ampliadas, del trabajo de Burri en las guerras que cubrió como
periodista, son contextos humanos y espaciales, no propiamente noticia de
combate y tragedia, son referentes de un
estilo que nunca ha abandonado al artista. Una fotografía urbana, de la misma
exposición, tomada al pie de la águila republicana del hemiciclo a Juárez en la
ciudad de México, en los años cincuenta, que abarca hasta la acera de enfrente, y como
foco principal el Antiguo Templo de Corpus Cristo, y a los costados varios
edificios que ahora ya no existen, -se los tragó el terremoto del 85-. El
edificio que sigue, aún ahí, es el del Hotel Baner. Ahora en el lugar de los inmuebles
caídos, están las edificaciones de la Secretaria de Relaciones Exteriores, la imagen
también reporta, magistralmente, la avenida Juárez en plena circulación, con
todo el cocodrilo-taxi, y los coches
viejos, amantísimos hoy, ayer no sé.
Ahí,
muy cerca de la toma de la fotografía de Burri, atrás del mausoleo a Juárez, en
la Alameda central, otro día, estoy frente a la Fuente de Venus, con la
revista Cuartoscuro núm. 88 en una
mano, comparando, si es el mismo instante, la misma escultura, los mismos
árboles que aparecen en la foto de la revista. La gente que pasea ayer, no es
la que se esparce ahora, un árbol en plena decadencia, en la foto de la Fuente de Venus, que trae
la publicación, ya no aparece ante mis ojos, está en su lugar otro más robusto
y joven; la base y el alrededor de la fuente, también cambiaron, la Venus si es la misma,
desnuda y magnífica. Comparto mi descubrimiento con una encuestadora de
alimentos y bebidas, no se entera del hechizo. La fotografía de Cuartoscuro reproduce aquel momento de octubre de 1905, yo
estoy dentro de aquella foto ahora, 4 de enero de 2008, benditas fotografías.
Dice
Susan Sontag, en su ensayo, Ante el dolor de los demás. ´´Desde que se inventaron las cámaras
en 1839, la fotografía ha acompañado a la muerte. Puesto que la imagen
producida con una cámara es, literalmente, el rastro de algo que se presenta
ante la lente, las fotografías eran superiores a toda pintura en cuanto a
evocación de los queridos difuntos y del pasado desaparecido. ´´ Bien cierto, pero también, con la fotografía,
creo, se inmortalizó el futuro.
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