Por Federico Sáliva
Inocencia y Decencia, de Alfredo
Leiseca.
El coyote ilustrado
editores y www. librosinclasificables.com
Atención a esta
novela del escritor cubano Alfredo Leiseca, que tiene una lectura literaria y
dos políticas.
Representa un antes
y un después en la novela del dictador. Donde el dictador es dios en la tierra
por la gracia de dios (Yo, el supremo, El señor presidente, de Roa Bastos y
Miguel Ángel Asturias, respectivamente),
en Inocencia
y Decencia, el dictador es una anécdota cir-cuns-tan-cial. Cualquiera puede
ser dictador, encontrándose en el lugar adecuado y en el momento preciso, pero
los imprescindibles – Ah, los imprescindibles–
esos son los importantes. Se trata de los hijos de la madre patria, que
se cuentan a sí mismos en un paradisiaco trópico de teatro de guiñol, y son los
que cobijan y alimentan el poder, ora a favor, ora en contra, según las
cambiantes coyunturas históricas, y la diosa madre, que los alimenta. Desde la
sátira, jé. jé. Qué magnifico nivel de sarcasmo, qué lenguaje desparpajado y
facilito, facilito, facilito, como motivo de reflexión transgresor.
Está escrita, más o menos, en el año mil
novecientos ochenta y nueve, a la luz de las sombras de la guerra fría, en uno de los momentos explosivos
del pensamiento único – pro Castro o contra Castro- y si no es la única, si es
de las muy pocas que escapan a esa lógica bipolar, en los últimos cincuenta
años de la novelística cubana. Por último, tiene una lectura más, al calor de
la normalidad diplomático-comercial, después de los recientes acercamientos
dentro Cuba y Estados Unidos.
Fuga hacia adelante
El pesero como avión de paracaidistas. Dos
bancas, va lleno.
-Bajo en la
esquina, chofer.
Un pasajero se prepara. El pesero sigue
su marcha, como si nada. De repente, se escucha un golpe sordo al chocar contra
el asfalto. El pasajero acaba de dar un salto al vacío. El vehículo continúa su
marcha inexorable.
-
Chofer, bajo en la próxima.
Otro pasajero se prepara…
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