lunes, 31 de agosto de 2015



Ambrose Bierce, fruto ácido de la desdicha

Luis M. Márquez




Ambrose Bierce (por J. H. E. Partington, en fecha desconocida).
¡Ah! Desaparecer en una guerra civil ¡Qué envidiable eutanasia!
Éstas son las últimas palabras que se conocen de Ambrose Bierce, poco antes de alistarse en las filas del ejército revolucionario de Pancho Villa, en diciembre de 1913. Su nombre completo era Ambrose Gwinett Bierce (Ohio, 24 de junio de 1842 - México, 1914), quien fue un escritor y periodista norteamericano. Su traductor del “Diccionario del Diablo”, Horacio J. Achával dice: “Toda la obra de Bierce es el fruto ácido de una desdicha irreparable para la cual sólo hay dos caminos: la facilidad del alarido o la maceración del sarcasmo”.
            A sus 71 años, Bierce desaparece para siempre y nadie sabe en qué circunstancias murió. Han pasado casi 102 años. Nunca fue encontrado su cuerpo, si bien se ha especulado que murió en el sitio de Ojinaga en 1914, pero no puede asegurarse que así haya sido.
            Carlos Fuentes recrea los acontecimientos en su novela “Gringo Viejo” (Fondo de Cultura Económica, 1985), y en 1989 apareció la película homónima, dirigida por Luis Puenzo y protagonizada en el papel estelar por Gregory Peck.
            Si viviera en estos tiempos Ambrose Bierce, de cualquier forma tomaría, ya no el tren o la diligencia, sino el avión rumbo a México y quizá escribiría sus últimas líneas así: “¡Ah! Desaparecer en un país pandemónico, donde a cada rato aparecen cabezas decapitadas, periodistas asesinados, gente secuestrada y asesinada ¡Qué envidiable eutanasia!”.
            Las barbaridades de la guerra de Secesión, en la que participó en varias batallas, marcaron su carácter. Formó una visión pesimista del mundo, que expresó en su obra literaria. En los Cuentos de soldados y civiles (1892) la guerra civil estadounidense es tratada como una puesta en escena, le parece que todo es un teatro. En sus Fábulas fantásticas (1899), así como en su quizá más célebre obra, el Diccionario del diablo (1906) destila un humor negro que le dio la imagen de sarcasmo ácido, con el que hasta ahora se le recuerda. Otras de sus obras son Un incidente en el puente de Owl Creek y otros relatos, La cosa maldita, Fábulas feroces, Cuentos inquietantes y El clan de los parricidas y otras historias macabras, entre varios más.
            Sólo a modo de abrir boca sobre la acritud e ironía inteligente de Bierce, copio algunas de las definiciones de su célebre diccionario, empezando por la palabra “Satanás. Dice Bierce del amo de las tinieblas que es: “Uno de los lamentables errores del Creador. Habiendo recibido la categoría de arcángel, Satanás se volvió muy desagradable y fue finalmente expulsado del Paraíso. A mitad de camino en su caída, se detuvo, reflexionó un instante y volvió.
            —Quiero pedir un favor dijo.
            ¿Cuál?
            Tengo entendido que el hombre está por ser creado. Necesitará leyes.
            —¡¿Qué dices miserable?! Tú, su enemigo señalado, destinado a odiar su alma desde el alba de la eternidad, ¿tu pretendes hacer sus leyes?
            Perdón; lo único que pido, es que las haga él mismo.
            Y así se ordenó.
            Para no dejar a nadie con las ganas, tomé algunas otras definiciones incluidas en ese diccionario, que ahora ya no es difícil encontrar en las librerías, para que quien esto lee se dé una idea de la clase de humorismo de este autor poco conocido. El diccionario es una provocación a esas conciencias convencionales del siglo XIX, pero aún en el XXI sigue manteniendo su desafío a la moral y las buenas costumbres.
            Abstemio.- s. Persona de carácter débil, que cede a la tentación de negarse un placer. Abstemio total es el que se abstiene de todo, menos de la abstención; en especial, se abstiene de no meterse en los asuntos ajenos.
Absurdo.- s. Declaración de fe en manifiesta contradicción con nuestra opiniones. Adj. Cada uno de los reproches que se hacen a este excelente diccionario.
            Dramaturgo.- s. Dícese del que adapta obras del francés.
            Éxito.- s. El único pecado imperdonable contra nuestros semejantes.
            Filosofía.- s. Camino de muchos ramales que conduce de ninguna parte a la nada.
            Hombre.- s. Animal tan sumergido en la extática contemplación de lo que cree ser, que olvida lo que indudablemente debería ser. Su principal ocupación es el exterminio de otros animales y de su propia especie que, a pesar de eso, se multiplica con tanta rapidez que ha infestado todo el mundo habitable, además del Canadá.
Homeópata.- s. Humorista de la medicina.
Idiota.- s. Miembro de una vasta y poderosa tribu cuya influencia en los asuntos humanos ha sido siempre dominante. La actividad del Idiota no se limita a ningún campo especial de pensamiento o acción, sino que ‘satura y regula el todo. Siempre tiene la última palabra; su decisión es inapelable. Establece las modas de la opinión y el gusto, dicta las limitaciones del lenguaje, fija las normas de la conducta.
Incubo.- s. Miembro de una raza de demonios extraordinariamente impúdicos que, aunque no del todo extinguidos, han conocido mejores noches. Para una descripción completa de los incubi y los succubi (y también de las incubae y las succubae), consultar el Liber Demonorum de Protassus (París, 1328), donde hay muchas informaciones curiosas que estarían fuera de lugar en un diccionario destinado a servir de texto en las escuelas públicas. Víctor Hugo relata que en las islas del Canal de la Mancha, el propio Satanás (sin duda tentado más que en otros sitios por la belleza de las mujeres) suele hacerse el íncubo, con gran alarma y escándalo de las buenas señoras que, en términos generales, quieren ser fieles a sus votos matrimoniales. Cierta dama acudió al párroco para averiguar cómo podría, en la oscuridad, distinguir al osado intruso de su marido. El santo varón le aconsejó tocarle la frente para ver si llevaba cuernos; Hugo es lo bastante descortés como para insinuar sus dudas sobre la eficacia del método.
            Mártir.- s. Alguien que avanza hacia la muerte deseada siguiendo el camino de la menor repugnancia.
            Optimista.- s. Partidario de la doctrina de que lo negro es blanco. En cierta oportunidad un pesimista pidió auxilio a Dios. Ah dijo Dios, tú quieres que yo te devuelva la esperanza, la alegría.
No replicó el pesimista. Me bastaría si crearas algo que las justificara.
El mundo ya está todo creado repuso Dios, pero te olvidas de algo: la mortalidad del optimista.
            Pantomima.-s. Representación teatral en que se narra una historia sin hacer violencia al lenguaje. Es la forma menos desagradable de acción dramática.
            Política.- s. Conflicto de intereses disfrazados de lucha de principios. Manejo de los intereses públicos en provecho privado.
            Y aquí terminamos con las citas, pues a propósito, el propio Bierce decía de éstas que son Repetición errónea de palabras ajenas.
            Actualmente se le recuerda a Bierce por sus aportaciones al género de terror, que influyeron en escritores como H.P. Lovecraft, y es considerado uno de los pilares de este género, junto con autores de la talla de Edgar Allan Poe y Guy de Maupassant. Uno de sus sellos personales era su misantropía. Externó en algún escrito su desconfianza hacia el ser humano. Esas posturas le valieron en su época el apodo de Bitter Bierce (el amargo Bierce).
            Algunas frases que se le tribuyen son, por citar algunas: “Si deseas que tus sueños se hagan realidad ¡despierta!”. “Una mujer sería encantadora si uno pudiera caer en sus brazos sin caer en sus manos”.
            El total de su obra, Collected Works, fue publicado entre 1909 y 1912, después de eso dejó de publicar.


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