lunes, 17 de agosto de 2015




Las mujeres de Urías

Por Gabino Hernández A.
 
¿Matarías por ella?  El rey David según consigna la Biblia: sí, provocó la muerte de Urias para poseer a Betsabé.  ¿Matarías por él o a él? Salomé pidió la cabeza de Juan el Bautista a Herodes. La literatura no está exenta de crímenes pasionales tomados de la realidad: Helena de Troya, Cleopatra, Ana Bolena ¿y todo por la belleza? Pero en la realidad, las mujeres comunes provocan todo tipo de pasiones, entonces ¿es la calentura la que provoca tales patologías? La pasión es algo raro, es un estado alterado de consciencia, aunque no solo es desfogar la sexualidad, es Eros y Tánatos juntos, es un hechizo, una posesión, un enervar el cuerpo hasta la locura.
Borges escribe que los nórdicos tiene un mito sobre un lugar llamado “Urías, donde existen  mujeres tan bellas que una sola gota de sus saliva es suficiente para endulzar el mar” en este (topos charites) ya no es la belleza un atributo de una mujer, ahora es un lugar, espacio, región o país... cuyo principal encanto es generar mujeres tan fascinantes como diosas.
Hermosura viene del griego: Kharites: atractivo, encanto, gracia; de la misma raíz se desprende la palabra: Kha: desear. Las carites eran las tres gracias: abundancia, alegría y belleza, hijas de Zeus y Eurinome. El canto de las sirenas en la odisea hechiza a los marineros, los hace desear; pero en esta metáfora la voz de las mujeres es ambivalente, puede ser un encantamiento de amor o una maldición: captura, anulación, docilidad, locura y muerte.
Fray Luis de León escribe que en toda relación amorosa existe el amante y el amado, de tal manera que cuando el amante besa al amado el primero pierde su alma y por eso tiene la necesidad de volver a besar al amado para recuperar su alma; (pero al volver a besar se da cuenta que no la ha recuperado y entra en ese momento en el encantamiento del amor). La filematología es la ciencia que estudia el beso. Este intercambio de efluvios es el más íntimo lazo, es el deseo y el objeto, es la belleza y el observador unidos por el mismo cordón de la pasión.   
Lo extraño de este arrobamiento es que sucede en la más llana escena de la vida cotidiana, sin un genial juego de luces, sin un close up, sin el super galán o la sex simbol del momento… es un encuentro (si se acepta el oxímoron) extraordinariamente común… una mirada mutua, tal vez una feromona o dos, un fascinar los ojos por no dejar de mirar, el acercamiento temeroso al rechazo, quizá un suspiro, el deseo surge de la proximidad al placer… y hasta aquí todo fue en segundos, más menos, un minuto o dos; recuerdo una frase de Pillow Book de Peter Greenawey “la hoja en blanco tiene el aroma de la entrepierna del nuevo amante” Los japoneses usaban almohadas huecas de madera o porcelana donde atesoraban sus diarios íntimos… llagan los roces, el coqueteo del acercamiento, el beso: placer de dioses, intercambio de almas… han pasado ya dos o tres días, a veces sí a veces no, se besan sapos y ranas, para encontrar la respuesta física a la pregunta obligada: ¿qué busco? La respuesta es una variable cuyas cabezas más visibles apelan a la pasión, al amor, a la completitud… estamos ya en el tálamo, el nerviosismo es erótico, el deseo es carne, la saliva suave, los ojos dilatados, éteres, flujos, efluvios sagrados capaces de dar vida, jadeos, venidas unitarias o en par, pero siempre dos amadores, dos acariciantes, que hacen una magnifica bestia carnal, profana y sacra, extasiada y satisfecha, cede, llega a la relajación, la separación, la consciencia o inconciencia es determinada por la pregunta que no se dice nunca: ¿somos el uno para el otro? La respuesta la dejaremos para el Pillow Book de cada lector, pues es tan íntima que se requiere una almohada hueca para resguardar, las grafías del amor.
¿Las mujeres de Urías son tan bellas porque son creadas por los dioses?, o ¿los hombres de ese lugar son hermosos también? ¿Cómo antítesis de una dialéctica de la belleza son los hombres de Urías feos?, sea como sea, ese mítico lugar habitará en el inconsciente colectivo hasta que la estética de lo horrible sea el pensamiento elegido, por los amantes de la belleza. 





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